Nat.

« Nunca olvidaré el día en que me liberé del control y del poder que mi exmarido violento tenía sobre mí. Durante años, lloré, temblé y caí varias veces.
Ese día decidí ser fuerte por primera y última vez ante él. Llamé a su puerta para recuperar a mi hija, que no me había traído de vuelta según lo planeado. Me mantuve erguida cual vela, y lo miré a los ojos.
Por fuera parecía muy tranquila, pero por dentro el corazón quería salírseme del pecho. Fue él quien bajó los ojos. Fue él quien bajo los hombros. No fue capaz de sostener mi mirada decidida. Nunca tuve que escribir lo que le dije ese día, porque está impreso en mi memoria y lo estará hasta mi muerte.
Con voz suave le dije: «Nadie está por encima de las leyes». No tengo derecho a no respetar la ley, tú no tienes derecho a no respetar la ley. Te informo que a partir de hoy, nunca más tendrás control sobre mi vida, nunca más tendrás poder sobre mi vida. Soy la única persona que puede decidir por mi vida. Ya no te tengo miedo.» Por mucho ‘patatús’ que le dio, no logró conmoverme.
Tomé a mi hija por los hombros y nos fuimos. Ese día, me liberé de un enorme peso sobre mis hombros. ¡Pude abrir mis alas y volar!!! »