L.

« Durante mucho tiempo, tuve que borrar mi rastro en este sitio, ahora dejo el mío con la esperanza de ayudar a otras mujeres.
Después de 33 años de convivencia, he decidido irme con los niños. No más reproches, mentiras, hipocresía, denigración, amenazas. Estaba cansada de existir, quería vivir. Su control llegaba hasta poner cámaras y micrófonos. Incluso rastreó el teléfono de una de nuestras hijas. Ahora que nos fuimos, por fin respiramos, podemos vivir. ÉL YA NO ME ASUSTA. Ahora tengo que curar todas las heridas que me hizo a mí y a los niños y podemos volar.

Gracias a las mujeres que intervinieron, gracias a ustedes somos más fuertes, estamos más equipadas. Recuperamos el control de nuestra vida. En la Casa de Ariadna, nos sentimos seguras, escuchadas, bien aconsejadas. Tenemos un buen apoyo, entendemos lo que vivimos. Ya no estamos solas, nos apoyan, nos enseñan nuestros derechos para protegernos mejor. »